Ejercicio físico en cáncer: recomendaciones y ejemplos para empezar de forma segura

El ejercicio físico es una intervención segura, eficaz y científicamente respaldada para personas con cáncer. Su práctica regular, siempre individualizada, contribuye a mejorar la calidad de vida, preservar la masa muscular, reducir la fatiga y favorecer la recuperación funcional tras los tratamientos.
En este artículo encontrarás recomendaciones prácticas y ejemplos realistas para incorporar la actividad física de forma segura y adaptada durante todo el proceso.
Beneficios del ejercicio en cáncer
Reduce la fatiga relacionada con el cáncer (CRF), incluso durante tratamientos activos.
Mantiene y mejora masa muscular y fuerza funcional, contrarrestando la sarcopenia.
Potencia la capacidad cardiorrespiratoria y la función mitocondrial.
Favorece la salud ósea y reduce el riesgo de caídas.
Mejora la calidad del sueño, el estado de ánimo y el bienestar emocional.
Contribuye al control metabólico y a una composición corporal saludable.
Basado en guías clínicas de GEICAM, ACSM y metaanálisis como Campbell et al. (PMC9397632) y Kirkham et al. (PMID: 31490858).
Principios de prescripción segura y eficaz
Evaluación médica y funcional previa: ECOG, capacidad funcional y condición física, síntomas actuales y anticiparse a los posibles efectos secundarios futuros.
Individualización y supervisión profesional: entrenador con formación especializado en oncología o fisioterapeuta especializado en caso de limitaciones y dolor.
Progresión controlada: según la tolerancia diaria, con revisiones sistemáticas tanto objetivas como subjetivas de la tolerancia de los estímulos.
Tipos de ejercicio recomendados
Tipo de ejercicio | Beneficios clave | Frecuencia sugerida |
---|---|---|
Entrenamiento de fuerza | Mejora la masa muscular y la fuerza funcional | 2–3 sesiones/semana |
Ejercicio cardiovascular | Mejora la capacidad aeróbica y el sistema inmune | 90–150 min/semana |
Movilidad y respiración | Reduce la rigidez, mejora el bienestar emocional y la flexibilidad | Diariamente |
Ejemplos prácticos según la fase del tratamiento
Durante tratamientos activos (quimioterapia/radioterapia)
Duración sugerida: 20–40 min, 3–5 días/semana
Ejemplo de sesión adaptada:
Caminata suave + movilidad articular
Bandas elásticas para brazos y espalda
Respiración diafragmática + estiramientos
Fase de recuperación post-tratamiento
Duración sugerida: 45–60 min, 4–6 días/semana
Sesión tipo:
Calentamiento: caminata moderada + movilidad
Fuerza: mancuernas ligeras, sentadillas
Cardio ligero: bicicleta, natación
Yoga suave + respiración guiada
Casos de fatiga extrema
Objetivo: activar sin sobrecargar
Enfoque: sesiones suaves (15–20 min)
Ejercicios recomendados:
Ejercicios isométricos, movilidad basal, respiración consciente
Personas mayores o con comorbilidades
Prioridad: seguridad y funcionalidad
Ejercicios adaptados:
Sentarse y levantarse de silla
Bandas con baja resistencia
Ejercicios de equilibrio asistido
Cómo recuperar fuerzas tras la quimioterapia
Iniciar con intensidades muy bajas y progresar poco a poco.
Controlar síntomas como disnea, mareo o fatiga severa.
Evitar el reposo prolongado, que favorece el descondicionamiento.
Cuidar la nutrición y el descanso, claves para la regeneración muscular.
Estrategias para mantener o aumentar la masa muscular
Ejercicio de resistencia progresiva (2–4 veces/semana).
Ingesta proteica adecuada (>1.2 g/kg/día).
Técnicas avanzadas: series en rangos de hipertrofia, clusters, drop sets, rest-pause (con supervisión profesional).
Evitar la caquexia: adaptar la carga y cuidar la inflamación sistémica.
Supervisión y derivación clínica en ejercicio oncológico
La elección del tipo de entrenamiento y del nivel de supervisión debe basarse en una evaluación clínica y funcional previa. El artículo de posicionamiento de la American College of Sports Medicine (ACSM, 2022) y la revisión de Campbell et al. (PMC9397632) destacan que:
«No todos los pacientes requieren el mismo nivel de supervisión; sin embargo, algunos necesitan un abordaje clínico especializado, especialmente si presentan comorbilidades, efectos secundarios limitantes o bajo estado funcional.»
✅ Factores que determinan la necesidad de supervisión profesional
Estado funcional (escala ECOG o Karnofsky)
Presencia de efectos adversos severos: dolor, neuropatía, anemia, fatiga extrema, linfedema…
Comorbilidades asociadas (cardíacas, pulmonares, metabólicas)
Riesgo de caídas o fracturas
Nivel de experiencia previa en ejercicio
Recomendaciones de supervisión según la evidencia (Campbell et al., 2022)
Condición del paciente | Recomendación |
---|---|
Alta funcionalidad, sin comorbilidades ni efectos adversos graves | Puede entrenar de forma autónoma o en grupo |
Efectos secundarios moderados, alguna comorbilidad controlada | Requiere entrenamiento supervisado |
Fatiga severa, anemia, riesgo de caída, sarcopenia o ECOG ≥2 | Requiere derivación a equipo clínico experto |
Conclusión
El ejercicio físico es una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos, ayudando en todas las fases del tratamiento y la recuperación. Aunque muchas personas pueden tener dudas sobre si un enfermo de cáncer puede hacer deporte, la evidencia científica demuestra que la actividad física adaptada puede reducir la fatiga, fortalecer el sistema inmunológico, mejorar la movilidad y aportar bienestar emocional.
Cada persona atraviesa un proceso oncológico único, por lo que la clave está en adaptar la rutina de ejercicios para pacientes oncológicos a sus necesidades específicas. No se trata de realizar entrenamientos intensos ni de buscar resultados inmediatos, sino de encontrar un equilibrio entre la actividad y el descanso, promoviendo una recuperación progresiva. El ejercicio no solo ayuda a recuperar fuerzas después de la quimioterapia, sino que también puede prevenir la pérdida de masa muscular y mejorar la energía y resistencia a largo plazo.
Uno de los mayores beneficios del ejercicio en pacientes oncológicos es su impacto positivo en la salud mental. El cáncer y sus tratamientos pueden generar ansiedad, depresión y estrés, y la actividad física se ha demostrado como un método efectivo para liberar endorfinas y mejorar el estado de ánimo.
Además, el simple hecho de mantener una rutina de movimiento puede aportar una sensación de control y normalidad en un momento de la vida lleno de incertidumbre.
Es fundamental que cada paciente cuente con la orientación de un profesional, ya sea un entrenador especializado o un fisioterapeuta, para evitar sobrecargas o lesiones. La supervisión médica es clave para determinar qué tipo de ejercicios son seguros y efectivos en cada caso.
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